Me dices que quieres escapar, que estás cansado de todo y que lo único que quieres es huir... yo te miro y te digo: "Toma mi mano y corramos". Alejémonos de este ambiente que nos envenena. Y tú me sonríes. Y entonces corremos.
Y en medio de la huida, yo te miro, y tú no estás. Me dejaste un saco pesado atado en la mano y te quedaste atrás, con aquello que criticabas, con aquello que tanto maldecías y llorabas. Te quedaste donde estabas con tu miedo de escapar, te quedaste en la oscuridad, conocida y cómoda oscuridad, que te asfixia, que te ahoga, pero que ya sabes como manejar. Y yo, que te ofrecía huír, te ofrecía luz, aire, árboles verdes y altos...
No quisiste venir.
Y yo sola aquí me he perdido sin ti.
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